“En el cuadro del Cordero de Dios de Zubarán, el Cordero de Dios te mira inquisitivamente. Con un ojo abierto, este cordero, con las patas unidas, espera lo que está por venir. La primera vez que vi este cuadro en la vida real, me emocioné. Es como una naturaleza muerta, en la que todo parece estar bien, sólo que intuyes que se acerca la perdición. ¿Es la resignación del Cordero de Dios lo que hace que este cuadro sea tan poderoso, diciéndonos que es muy poco lo que podemos ver y saber por nosotros mismos? Al fin y al cabo, somos impotentes ante muchas cosas”.